jueves, 5 de marzo de 2015

VOLVER CON LA MENTE MARCHITA


Terminó el verano...terminó sí y la prueba más contundente -más allá del inminente cambio de hora y la publicidad de radio de Conaprole- es que la tan apacible, disfrutable y cuasi desierta ciudad de Montevideo volvió a ser el 7mo círculo del infierno repleta de conductores enajenados, laburantes estresados y niños excitados por la "vuelta a clases". La verdad, no sé a quién se le ocurrió la genialidad de acuñar el término que, a decir verdad, no es más que una traducción de un gastadísimo slogan marketinero yanqui. Seguramente, en algún momento de la última década algún "vivo criollo" lo importó de un viaje a Miami, le adosó un ómnibus escolar amarillo (que dicho sea de paso, acá no existen) y le inventó un logo sin siquiera cambiarle el cartel de School Bus al automotor en cuestión. De ahí en más, la hecatombe total: la ciudad tapizada, la televisión copada y las radios desbordantes de tanda dedicada pura y exclusivamente a recordarnos que, a un verano ya corto, cada vez le queda menos y que -para variar- no importa lo temprano que empecemos a encarar el tema, siempre estaremos tarde. Cuando yo era chica no había "vuelta a clases": las vacaciones se terminaban y la escuela empezaba...y punto. No había mucho más que llevar que un par de cuadernos, una cartuchera y un juego de geometría. A lo sumo te quedabas la tarde anterior forrando los cuadernos con los colores primarios: rojo para matemáticas (porque convengamos, fácil, fácil no es), azul para idioma español (que es una materia seria y señorona y merece un color acorde) y verde para ciencias naturales (porque son eso: naturales). También etiquetábamos alguna que otra cosa como los lápices de colores Faber Castell que en esa época eran caros porque no se hacían en China y eran Faber de verdad...pero no mucho más que eso. De hecho durante años fuí la única con la túnica bordada con mi nombre acompañado de unos floripondios y oropeles (a mi mamá le gustaba enchular a la hija) que detesté desde el minuto uno y que me avergonzaron todos y cada uno de mis días del ciclo lectivo. Ahora, que nos toca estar del otro lado, peregrinamos por todas las casas de informática intentando adivinar que es un Cuad Core y porqué es requisito imprescindible de la tablet que pidieron en el colegio de nuestro vástago (si señor-señora leyó bien, LE PIDIERON QUE LLEVARA UNA TABLET). Y corremos como locos. Y nos cuestionamos porqué carajos al fin y al cabo no pueden estudiar "a la antigua". Y nos parecemos más que nunca a nuestros padres cuando nosotros éramos chicos y el tiempo pasado de ellos era muchísimo mejor. Y es horrible. Y es todo culpa de la "Vuelta a clases". Lo cierto es que ya estamos todos de vuelta y Montevideo parece un hormiguero pisado por alguno de los personajes de Tierra de Gigantes. Por eso déjenme recomendarles algunos lugares que creo harán bien en evitar hasta después de Semana de Turismo y la Vuelta Ciclista momento en el que, como todos saben bien, arranca la "normalidad uruguaya". 1. Las papelerías, librerías y afines. Entrar a comprar una resma de A4 en la semana previa al 3 de marzo ya era un acto Kamikaze. Uno no sabía a quién matar primero: si a la nena que va de un lado para el otro con una canastita sin llenar y gritando "Mamáaaaa ¿me comprás? o a la madre que no puede interpretar la lista más básica de útiles y precisa DOS empleadas del piso para ubicar las hojas de garbanzo. Si entonces era malo por estas fechas es peor. Ahora están los rezagados que tienen que comprar lo mismo pero están de mal humor. ¿Un consejo? llame a Aldo y que le entreguen lo que precise directamente en su casa y oficina y evite estos reductos endiablados por lo menos un mes más. 2. La consulta médica. Enfermarse en verano es algo así como ofrecerse de voluntario en un laboratorio experimental: uno termina a manos de pasantes, internos y médicos desconocidos que tienen demasiado miedo de diagnosticarle algo y, en una de esas, terminar llevándole la contra a su médico de cabecera, ese que es grado 5 y tiene 20 días de espera en la consulta y que, por supuesto, no está en Montevideo durante todo enero. Pero estamos en marzo y todos volvimos...los médicos también y están dando hora a rolete antes de volver a desaparecer en otro momento clave: las vacaciones de infierno (perdón, de invierno) cuando la consulta se les llena de toses y mocos intratables. Por ende, otro lugar a evitar es la sociedad médica o la consulta de su médico tratante. A no ser que sea cuestión de vida o muerte, aguántese piola hasta abril. 3. Los bancos Nos fuimos de "veraneo" y las prioridades cambiaron; como en la playa no hay horarios, ni reglas, ni rutinas pensamos que las cuentas se pagan solas. Y sí, se pagan solas... pero para eso hay que ponerlas en débito automático. Y para que el débito autómatico las pague hay que tener plata en la cuenta. Y para tener plata en la cuenta no hay que hacer mierda la tarjeta en 15 días de veraneo saliendo a cenar todos los días y llevando a los nenes a la feria artesanal noche de por medio. Así que otro lugar muy popular por esas fechas son los bancos, donde gente muy bronceada anda con cara de preocupada tratando de desenmarañar kilombos financieros o culpando al Banco Central por sus números en rojo. 4. Los bolichitos con terraza. El verano está muriendo y nosotros estamos en negación y con síndrome de abstinencia. Mientras haya un rayo de sol, habrá algún oficinista haciendo fotosíntesis a la hora del almuerzo. Y si estamos en las inmediaciones del World Trade Center o la Ciudad Vieja habrá tantos como cubiertos ofrezcan los restaurantes de la zona. Así que si sale a almorzar medio corto de tiempo, ni se gaste, vaya derecho adentro y disfrute del aire acondicionado. 5. La rambla. Siguiendo en la tónica de lo anterior e intentando convencernos de que podemos seguir pasando nuestras mañanas junto al mar y con el pelo al viento es que nos condenamos a circular a paso de hombre, poniendo primera y segunda alternativamente con el río (no es mar señores, no caigamos en la porteñada) de fondo, recordándonos un tiempo mejor que, aunque no queramos, ya recontra fue.

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