viernes, 19 de julio de 2013

GIRLS NIGHT

Hay hábitos que cuesta retomar. Cuestan un montón. El gimnasio, cenar con ensalada o depilarte las cejas por decir algo: todas pequeñas grandes rutinas que se pierden con excesiva facilidad cuando hace frío, estamos pasadas de trabajo o nos emparejamos. Sobre todo cuando nos emparejamos. La noche de chicas es otro ejemplo de esas cosas que dejamos de hacer con facilidad cuando pasamos a base doble, aunque le aseguremos a todos los que quieran escuchar (y los que no también) "la falta que nos haría" una "noche de joda" con amigas para poder desenchufarnos aunque sea un rato de esa vida que tanto pedimos a gritos y que ahora nos hace quejarnos de llenas. Porque la verdad es que es mentira: es mentira que no tengamos tiempo; la verdad es que no nos lo hacemos porque después de tantos años de gastar las pistas y dejar el codo marcado en las barras, una ya quiere jubilar a la parrandera que lleva adentro y entregarse de lleno a llegar temprano al laburo y hacer cupcakes con cualquier excusa. Pero algo en tu interior te dice que no es tiempo aún de claudicar: al fin y al cabo todavía no cumpliste 40 así que todavía te restan algunos meses de "joven adultez" antes de pasar a la "joven adustez". Para completar, tu recientemente adquirida pareja no deja de recordarte esos tiempos en los que te ponías los brillos hasta para ir a Don Pepperone y usabas delineador desde la mañana, como si eso fuera sinónimo de tiempos mejores. Así que es cuestión de tiempo antes de que hagamos un desplante y agendemos "LA" noche, más o menos con una semana de anticipación, cosa que en nuestra época "de gloria" nos hubiera desacreditado instantáneamente y relegado a la categoría de "estructurada" (que en esa época era igual o más ofensivo que te trataran de "fácil"). Las convocadas serán un mix de amigas solteras-aún-salientes, divorciadas-bien (en una relación con su ex lo suficientemente armoniosa como para endosarle los chiquilines un jueves de noche, el día que NO le toca) y divorciadas-mal, con la traumática separación aún muy fresca o una más lejana pero muy estrepitosa...o las dos. De pique, cuando una bordea los 40 y es el mes de julio, lleva unas cuatro horas de espejo quedar medianamente decente: todo lo que comimos no entra en el jean "de salir" y el color verde-tubo de luz de la piel con cero exposición solar (ahora que no queda otra que cuidar el cutis la cama solar ya no es una opción) no se arregla con una capita de base...no señor: hay que sacar la artillería pesada. El delineador en gel (el menos "messy" según la pendeja de mierda que te lo vendió en esa perfumería donde ninguna pasaba los 25) se empeña en empastarse en ese pliegue de tu párpado que definitivamente no estaba ahí la última vez que saliste. Pero es de noche, y de noche todos los gatos son pardos y el delineador ayuda a empardecer. Tragos mediante esperamos a la soltera-aún-saliente que tiene un compromiso previo: por supuesto porque, para ella, la noche está en pañales. A riesgo de empezar a cabecear le pedís al sacrosanto de tu novio que te mezcle unos caliboratos...y ya te sentiste vieja nomás con el término; después de eso solo queda que te salga la Cachorra Bazooka que tenés guardada y pidas un taxi "para los carritos de la Costanera". La conversación transcurre sobre los tópicos típicos pero no importa por donde agarre la conversa, la conclusión es siempre la misma:los hombres son una mierda. Todo eso sucede por supuesto sin que veas el momento oportuno de confesar en voz alta que -honestamente- creés que encontraste al último que vale la pena, que es ese que está ahí haciéndole cócteles a todas antes de irse a dormir habiéndote entregado la única llave que hay de la casa porque vos perdiste la tuya. Pero queda mal no solidarizarse así que te sumás a la crítica para nada constructiva y te preguntás si harías lo mismo en un restorán, por ejemplo, diciendo disparates del mozo cuando es el que te está trayendo la comida, so riesgo de que te la escupa, como mínimo... De tanto en tanto, las que estrenan soltería recurrirán a "tu experiencia" para conocer tu opinión sobre tal o cual dilema, o este o aquel dicho masculino que precisa ser desencriptado. Y así una se convierte en una mezcla de Yoda, ObiWan Kenobi y el Ravi Shankar, llena de citas citables, dignas de un volumen de autoayuda de esos que se venden en los pasillos de las librerías donde se junta la gente rara o que llora mucho. ¿Qué decir? ¿Que en el fondo, tuve suerte y la estadística de mi lado? ¿Que después de besar mil sapos que apareciera el príncipe era cuestión de números?¿Que matemáticamente teníamos chance?...no, eso le sacaría misterio, emoción, todo lo que nos gusta a las nenas. Al fin y al cabo, una está tan contenta que anda de humor para impartir un poco de sabiduría femenina que podrá ahorrar alguna que otra lágrima o, al menos, comprarle un poco de tiempo a quién todavía está "en el mercado". Y por eso salimos, salimos a defender el último bastión de la soltería: las salidas solas. Y aunque nos caemos de sueño a la 1 y media de la mañana, aunque vemos algunas caritas repetidas y nos da más lástima que alegría por el reencuentro o el dueño nos saluda pero ya no nos regala ni un trago porque perdimos el status de clientes, nosotras salimos. Salimos y brindamos. Por el reencuentro, por los animales que pasaron por nuestras vidas como topadoras y nos hicieron de vuelta. Porque de última, no seríamos quienes somos si no fuéramos un poco producto de ellos...y de lo que nosotras hicimos con los que ellos nos hicieron. Así que salimos, y brindamos; y volvemos a casa temprano y en taxi, porque todavía somos jóvenes, pero el hígado no resiste igual. Además, estamos en julio...y chau.

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