lunes, 12 de septiembre de 2011

LA FILOSOFÍA MOODY


Mi hermana siempre tuvo un montón de ideas...y ahora que está divorciada tiene un montón más. Por eso, y aunque se supone que yo soy la "creativa" de la familia, no me extraña cuando se me aparece con infinitas puntas de negocios, todas ellas vinculadas a las dos cosas que sabe hacer mejor: ser madre y extremadamente ejecutiva.
Y para todas me llama porque me ve como potencial socia; y con su clásico entusiasmo me las vende en un minuto de conversa por teléfono o mientras recorremos las góndolas de un supermercado. Y aunque mi muy fragmentada vida deja menos que poco espacio siquiera para un curso nocturno por correspondencia, yo nunca dejo de entusiasmarme con ella.
Pero el tiempo es tirano y por eso muchas veces las fantásticas ideas no progresan al plano de la realidad, esa realidad en la que las dos nos hacemos millonarias con una invención casi tan pelotuda como las sombrillitas de los tragos o (el ejemplo que a ella más le gusta) el gancho de las bananas. Es entonces cuando me llama para contarme, con los dientes bien apretados, cómo una idea suya vio la luz en manos de una boluda de turno que, para variar, tiene un marido que la mantiene.
"Mierda Carajo" diría Chiquita Legrand; "la rec... de su madre, yo sabía..." dice ella (que es bastante menos fina que la Chiqui) y suelta una serie de maldiciones que le desean a la susodicha de turno un fracaso estrepitoso y la ruina final a manos de un gancho de banana.
Por eso siempre pienso en mi hermana como una especie de trendhunter de micronegocios: siempre inventando cosas nuevas,o admirando ideas simplísimas que nacen, viven y mueren a la velocidad del rayo, dejando una estela de dólares a manos de alguien que fue lo suficientemente inteligente para darle para adelante a un proyecto que un 90% de giles calificó de gilada.
Y por eso, la última indignación-fascinación (porque del amor al odio hay un paso) de mi hermana son los Moodys.
Reconozco que aunque había visto esos pegotines de trazo infantil estrolando la estética fabulosa de más de una 4x4 por las calles de Carrasco y Punta Carretas, no les había prestado suficiente atención hasta que este fin de semana, mi hermana decidió iniciarme en la filosofía Moody.
Al parecer, estos stickers, que se venden separadamente, te ayudan a mostrarle al mundo tu feliz composición familiar. Es decir, podés comprar el tuyo, el de tu marido, tus hijos (nenas y varones, a gusto del consumidor) y hasta las mascotas (perros o gatos). Y esto es como el álbum de figuritas de la infancia: cuanto más tenés, más crack sos.
O sea, de pique si no tenés marido y -al menos- un hijo, ni te gastes en pegar nada. De ahí para arriba, todo está permitido y cuanto más te acerques al logo del auto, mejor. No seas tímida y no olvides a nadie: acordate que perros y gatos cuentan. Además, podés optar por qué tipo de Moody sos y aparecer aspirando la casa lo cual te perfila como M.A.P (Madre al Pedo), o con una laptop y celular aparentemente mooooooy ocupada, lo cual te hace un "upgrade" a mamá ejecutiva. Además, es importante evaluar los elementos dentro del auto (e incluso el auto en sí mismo) para poder delinear un perfil Moody, considerando, por ejemplo, si se lleva una sillita para bebé detrás o pegotines de Colegios Privados a sendos lados del parabrisas. Si el Moody está acompañado de un niño, sin su contraparte del sexo opuesto y convive con una manzanita de Mac o un sticker de Via Acqua, Bethel o You, entonces es el auto de una mamá o papá divorciado...y así sucesivamente.
Digamos entonces que los Moodys son la versión moderna de los famosos collares de dientes o las cadenitas de oro de las que madres como la gente cuelgan a sus vástagos y su imaculado marido, todo en oro 18k.
Tengo que confesar que la costumbre de las cadenitas siempre me pareció un toque tribal, una cosa similar a la de las cabezas reducidas de los prisioneros que los jíbaros ponían al ingreso a la aldea, o los collares de colmillos de león de los jefes de las tribus Massai...o sea un ejemplo de la necesidad casi visceral de mostrarle al mundo cuan poderoso uno es en base a este tipo de logros...que convengamos en la era moderna equivale a el coraje que hay que tener para mantener un hogar con más de dos personas en él. Si los Jíbaros y los Massai hubieran tenido Facebook capaz que otra hubiera sido la historia aunque, es evidente, que el exhibicionismo es tan antiguo como catártico y, lo único que ha hecho, es mutar de soporte.
Ahora, y con los Moodys, es adhesivo.

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