miércoles, 13 de abril de 2011

Lo que Clooney me enseñó


Hace unos días decidí ponerme a tiro con el Séptimo Arte y retomé las visitas al Videoclub (¿o debería decir DVD club?) de mi barrio para llenar las noches de entre semana con todas esas pelis que "tenía que ver"y que, sin que yo encontrara tiempo en mi agenda para ir al cine, llegaron al DVD. No tuve que buscar mucho..."Up in the Air" ( o el cursi: "Amor sin escalas", como lo tradujeron por acá) cumplía con todos los requisitos de esta periodista de viajes semi-retirada pero con una indestructible alma de valija. Tengo muchos recuerdos de esas épocas viajeras; muchas horas de escala, muchos asientos de aeropuertos, infinidad de sellos en un pasaporte que quedó chico y varios encuentros con viajeros corporativos. Tanto trajín me adiestró el ojo e, indefectiblemente, a punta de escalas y vuelos demorados, me hizo una àvida estudiosa de la "fauna" de la industria sin chimeneas. Hay muchas "especies" de viajeros y todas ellas son fácilmente reconocibles para el ojo que acumuló kilómetros. Está el género "turístico-familiar" que va y vuelve en patota y con exceso de equipaje, el "aventurero extremo" siempre cargado con algún bulto indescifrable, el "mochilero trotamundo" uniformado con prendas y accesorios de North Face, el "6 estrellas" que no hace colas y despacha valijas Vuitton a diestra y siniestra, el "étnico" que va y viene de un punto a otro buscando reunirse periódicamente con sus afectos (o retornando en las fiestas a su lugar de origen), y otra cantidad de ejemplares que pululan por las salas de arribos y partidas de los aeropuertos alrededor del mundo. Pero de todos ellos el género más común y -aún así- el más curioso es el viajero corporativo. Ese que circula por la vida (y las terminales) sabiendo exactamente adonde va en medio de un mar de perdidos. El que hace el check-in sin titubear, nunca paga por un café cuando está en tránsito, sabe exactamente que vale la pena comprar en el free shop y conoce todas las tretas para que una infernal escala de 12 horas se convierta en un Day Spa en algunos de los tantos lounges al cual tiene acceso a través de su abultada cuenta de millas. Ese que en su billetera acumula tarjetas platino de todos los programas de fidelidad de hoteles y aerolìneas y nunca tiene problemas de roaming, estè en Hong Kong o en Santiago. Por eso, porque como periodista que soy solía recorrer el mundo sin acumular ni un metro con mis pasajes de cortesía, pero sí sumé vivencias viajeras a granel y en más de una ocasión fui su accidental "compañera de ruta", no pude evitar una sonrisa cómplice cuando George me hizo recordar un par de básicas... Como, por ejemplo, que en la fila del puesto de seguridad, tenés que dar gracias al cielo si te tocan asiáticos adelante (viajan liviano, son rápidos y eficientes y siempre saben al dedillo las normas de seguridad) y como hay que evitar sistemáticamente los ancianos y veteranos de guerra ("suenan siempre, tienen metal por todos lados") o las familias con niños y changuitos de "fácil doblado" que, los padres nunca conseguirán dominar. El hombre (bah, el personaje del bombón de Clooney), era una Guía para Viajeros ejecutivos hecha persona...y para colmo con una mirada inolvidable. Por eso, cuando después de 1 hora y cuarto de lecciones sobre como viajar liviano, desde la pantalla de 34 pulgadas me preguntó "¿Cuanto pesa tu vida?", la verdad, no supe que contestarle. Vos también Jorgito...me hacés cada pregunta...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Q pasa q hace tiempo no escribís nena! Ponete las pilas!