miércoles, 1 de diciembre de 2010
VACACIONES. LO QUE ELLOS Y ELLAS PIENSAN
X ELLA.
El mundo no quiere que me tome vacaciones. Las vacaciones son un gran “no”. Mientras otros ven un mundo de posibilidades, yo veo un callejón sin salida. Mientras unos pocos (bastantes) sueñan con la postal de la playa desierta, yo pienso donde me va a quedar un centímetro cuadrado para estirar la toalla. Seamos honestos…no es fácil. ¿Está pensando en tomarse un avión a Brasil para pasar las fiestas como se debe? No lo piense más! Llame ya!...porque no hay lugar desde hace 3 meses. ¿Quiere alquilarse un departamento en Punta y ser parte de la movida glam? Considere vaciar su caja de ahorros para acceder a un dos ambientes en un primer piso que da a Gorlero (y a todo el bullicio correspondiente). ¿Quiere vivir la vida slow en un ranchito “rústico chic” del Polonio, bañarse con agua de pozo e iluminarse con luz de velas? Que lástima! Si hubiera llamado en marzo 2010! Ahora está todo tomado! Aquellos que supieron ser “balnearios bien uruguayos” ya no lo son más: el carnaval de La Pedrera trae más gente a la peatonal que su versión carioca al Sambódromo y La Paloma se está pareciendo cada vez más a una península que supo ser pueblito pescador y hoy tiene residentes permanentes que vinieron del otro lado del río. En el medio quedaron otros como Arachania y Costa Azul que se volvieron cool por osmosis y ubicación. Es que en verano los uruguayos somos como las cucarachas: con el primer rayo de sol salimos todos…y todos a la vez. No hay mesa en los restoranes, no hay un asiento en una barra, no hay cine sin colas, hasta los carritos de choripanes no dan abasto y, evidentemente, tampoco hay lugar para mí en la costa.
Entonces: ¿donde voy? ¿Tendría que haber pensado en esto en pleno julio mientras me tomaba una sopa instantánea y miraba caer la noche a las 6 de la tarde? ¿Tan improvisada soy? ¿Donde quedó la frescura, esa cosa de ir con el viento (o correr con los lobos ya no me acuerdo qué se supone que nosotras las mujeres tenemos que hacer en esta porción de siglo). Bueh... evidentemente el mundo de las vacaciones no es de los improvisados. Para peor, cuando empiezo a chequear con mis amigos y colegas descubro una conspiración en masa: todos tienen un plan (como la Oreiro)! ¿Desde cuando? ¿Cómo pasó? Si estaban todos tan calladitos! Mastico mi malhumor en estos días febriles de muchísimo calor y demencia colectiva, cuando todos (nuevamente) salimos a hacer las compras al mismo tiempo y con los mismo fines. Entonces, de a poco, la ciudad va bajando el ritmo, las calles están más amplias, encuentro mesa más fácil, hasta hay menos ruido. Y yo me vuelvo a enamorar de Montevideo, me doy cuenta que vivo en una ciudad con playa..y con chicos muy lindos. Hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Camino, camino mucho más. Y hasta me encuentro con otros como yo, “atrapados” en la city. Organizo tardecitas que terminan en noches de tragos en una vereda de algún bar, me pongo al día con los placares y todo lo que venía “de atrás”, me cuelgo a hacer Tai Chi gratis en la playa a la mañana, visito parientes que hace años no veía. En esa estaba hoy de mañana cuando me sonó el teléfono. Era un matrimonio muy amigo con 3 críos que me llaman tía. Están en Rocha, pasándola bomba, todo divino, a puro sol, copados, tan genial...y me preguntan porqué no me doy una vueltita por allá, parece que los nenes extrañan a la tía postiza dicen...
Parece que al fin de cuentas, la organización también precisa tomarse unas vacaciones espontáneas.
X EL
Me la hizo bien..se lo tengo que reconocer. Mi mujer podría fácilmente escribir un libro de estrategia y hacerle toda la competencia a los estos gurús del marketing.
Empezó como un comentario “al voleo”: “¿Porqué este año en vez de alquilar afuera no nos vamos con los nenes a Brasil?”. Por supuesto que enseguida apliqué una fría, hice números dibujando costos en el aire, se lo expliqué con deducibles (entiéndase la bajada inminente del límite de su tarjeta de crédito y, por supuesto, de la mía), apelé al poco gusto del menor por los aviones y el estrés de tratar de dominar al mayor en un contexto sin la mano amiga de los tíos y el servicio gratuito de baby sitter de los abuelos. No me malinterpreten, yo entendí por donde venía, pero la verdad es que no me la ví venir. Es cierto que aunque año a año disminuyamos las comodidades de la “casita” en el balneario, siempre es lo suficientemente cómoda para acomodar a un tío, cuñado o una prole de amiguitos. Es verdad que aunque le prometí una y mil veces que no iba a tener que lavar tantos platos porque íbamos a comer afuera todas las noches y que lo único a fregar iban a ser las tablitas del asado semanal, la casita de las vacaciones de convirtió indefectiblemente en una sucursal de casa. "Como digas"-me dijo…y fue el principio del fin. “Estuve pensando y creo que tenés razón”-largó sin anestesia una noche con los nenes ya dormidos. Los ojos se me abrieron como platos: ¿Yo? ¿Razón? ¿De qué me perdi?. “Creo que nos tenemos que quedar acá y pasar las vacaciones en casa”, remató. No pude hacer otra cosa que asentir, pero me quedó un retrogusto amargo, como de mate con yerba pasada. Y bueno, pagaré el extra de la pileta en el club y curtiré rambla. Capaz que hasta me dá para ordenar el garage…
Empezó el descuento, las despedidas de fin de año y festejos varios donde todos compartían sus planes vacacionales. Paralelamente, parecía que todos los agentes de viajes se habían ensañado con mi domicilio y cada vez que abría el buzón de casa para vaciarlo me encontraba con más folletos que facturas. Raro ¿no?, a mis vecinos no les pasaba lo mismo. Tiraba las montañas de folletos a la papelera y me los volvía a encontrar en la mesita del teléfono o al lado del control remoto. Y ahí estaban...playas paradisíacas donde parejas en estado de felicidad total se tomaban una “cerveja” helada, niños tan entretenidos con las bondades de ese hotel all inclusive que dejaban vivir a los padres y dormían como angelitos por las noches, vacaciones con todo resuelto y sin ninguna sorpresa, ni para el espíritu ni para el bolsillo.
Mientras tanto, todas las noches a la hora de la cena, mi mujer se encargaba de hacer racconto de todo lo que nos íbamos a ahorrar al no irnos de vacaciones....y todo lo que ibamos a poder hacer con ese dinero. Capaz remodelar el baño, decía en plena tormenta de ideas, o empezar a juntar para la piscina…esa noche me dormí soñando con la perspectiva de convivir por 3 meses con 5 desconocidos en mi casa convertida en un edificio Bosnio de post-guerra y mi jardín invadido por un ejército de aperiás con palas excavadoras. La cuestión es que acá estoy, terminando estas líneas mientras el mayor trata de hacer entrar el snorquel en la mochila y mi mujer se asegura que tengamos las 3 p: plata, pasaje y pasaporte. Ah! No les dije? Se me ocurrió una solución genial y nos vamos a un hotel acá nomás en Porto Seguro. Nos vemos a la vuelta. BOM NATAL!
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