jueves, 24 de junio de 2010

EL ABRAZO PLAYMOBIL


Noche de entre semana. Reunión improvisada en el 10mo piso del Barco de Piedra, previa parada a despojarme de lo que quedaba del día en mi depto del 6to. Reunión de amigos adorados, maratón de Socias en DVD y delivery coordinado... Catarsis, divagues, puestas a punto -profesionales y amorosas- y ainda mais. Comparamos apuntes del fin de semana, primeras citas, segundas, terceras, aniversarios.
De alguna manera terminamos hablando de lo de siempre...y nos sorprendemos siendo cada día más cáusticos, más prácticos y más expeditivos aún en cuestiones en las que al corazón, supuestamente, le gusta explayarse. Nos devoramos el libro de inteligencia emocional, corrimos con los lobos y quisimos amarnos con los ojos bien abiertos...en definitiva: nos valizamos el camino de tal manera que ahora, después de tanto aterrizaje forzoso, cuando alguien se acerca, solemos reaccionar como el tipo del chiste ese que pinchó una goma del auto a la medianoche en el medio del campo y tuvo que ir a buscar un gato a una casita chiquitiiiiiita alláaa lejos: tanto se manijeó en el camino pensando en lo inoportuna de su emergencia y lo desubicado de su pedido que cuando le abrió la puerta el paisano le tiró un “metete el gato en el c...“ y dio la media vuelta. O sea, para traducirlo a la cotidana contemporánea: si uno respondiera a sus más bajos instintos, la respuesta a “tomás algo? en la barra de un boliche ondero sería: “no sos vos soy yo, perdoname, chau que pasan una de David Ghetta“.
¿Donde quedó el coqueteo? ¿Adonde volaron las mariposas que teníamos on hold en el estómago? Hoy en día pareciera que cualquier demostración de afecto compromete más que firmar como socio solidario en una S.A. después de la reforma tributaria. ¿Donde está el juego? Convengamos señores, hemos presentado a la familia, a hijos, a perros y cuando tuvimos que salir carpiendo nada nos (ni los) detuvo. ¿Qué maldad hay en “jugar a que te importa“, aunque sea un ratito? Seguimos divagando hasta diagnosticarnos víctimas del Sindrome de la Gata Flora: aunque tenemos edad suficiente para haber entendido que el “chico malo“ no es futurable y -literalmente-nos hace mal, de alguna manera que parece dictada por el mismísimo Murphy, al candidato que viene con la vida solucionada y toooodas las ganas de resolversela a una, le falta ese “no se qué“ que tiene el otro cuyo perfil es perfectamente descrito en el índice del Compendio de Patologías de Freud. Y aún cuando una, a punta de puro encanto y buena onda, logra atravesar las barreras de la pose patovica, los brazos cruzados, el semblante de perro bulldog y una corteza de fobia a cualquier tipo de compromiso, justo en el momento en que se apresta a levantar la bandera de la victoria al son de la Marsellesa y con todo el elenco de Los Miserables alentándola en el subconciente, en vez del cálido y contenedor abrazo de oso....viene el abrazo Playmobil.
Y así sin más, entre pizzas del Expreso y copas de Bombay Saphire, uno de los más ocurentes miembros de nuestro grupete acuño el término exacto para ese intento forzado de demostración de cariño que puede llegar a ser tan cómoda como sentarse a cenar en pelotas enfrente a tu suegra y en la silla de un fakir.
Y es que como en todo en el mundo Playmobil, la cuestión es encajar: el abrazo viene pre diseñado y realmente no es muy relevante la figura que se le ponga adentro (son intercambiables, eso es lo divertido remember?), todo le vendrá bien siempre y cuando enganche en el garfio que tiene por mano o en el ángulo recto del brazo elevado. Y bueno.. mucho no se le puede pedir a un muñeco, y menos si es de plástico.
Nos despedimos tirando temas: la próxima, le toca a Pato Aparato.

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