
Afrontemoslo, queda muy poco tiempo para que esas mesitas que los boliches y restoranes ponen en la vereda pasen a la historia.
De hecho, la gran mayoría de mis amigos-as que se quedaron por acá en Semana de Turismo se dedicaron en esos días de temperaturas indecisas y chaparrones temperamentales a hacer “el cambio“, léase, sacar la ropa de verano del ropero e intentar hacer entrar los buzos, tapados y camperas en el mismo espacio donde se apilaban mínimas y livianísimas remeras, todo mientras se atiborraban con Huevos de Pascua, total, la playa ya es historia...
Yo, sin tiempo ni ganas de chocolate, solo atiné a rescatar las medias largas que llegaron en mi valija en enero desde NY y, en un acto heroico, las estrené una tarde de sábado por debajo de una minifalda...negada la mina.
Pero la realidad es cada vez más contundente. Ayer, caminando por 18 de julio desde Ciudad Vieja me di cuenta que, aún en una soleadísima tarde de abril, las sombras ya no se proyectan igual y la avenida se sume en una oscuridad prematura a las 2 y media de la tarde.
Tengo sentimientos encontrados: me gusta la idea del cambio, de empezar a cocinar sopas calientes, no contar calorías, poner el edredón en la cama y planear fines de semana en lugares con estufas a leña, buena biblioteca y mesa de billar...pero me agota el solo pensar en encarar el placard, o la perspectiva de mis zapatones de felpa y la bolsa de agua caliente como compañera de cama, ambas crudas realidades inexorables cuando uno pasa por momentos en base single en un invierno montevideano.
Pero todo tiene sus bemoles, y con la bajada de temperatura (y la entrada del último ciclista de la Vuelta) empezó “oficialmente“ el año. Así que ahora, en esta mínima ciudad, estamos todos, ya sin excusas, yendo y viniendo a buscarnos el pan. Y algunos circulan espléndidos...y otras también. Sin tener que entrar la panza, sin luchar la celulitis, sin quemarnos la cabeza por cual será nuestro el mejor ángulo para sostener nuestra anatomía medio-en-bolas en una playa.
Ahora tenemos ropa señores, síiiiiii, ropa para lucirnos, para disimularnos, para tunearnos en definitiva.
Entonces, cuando el frío arrecia y la autoestima escasea, nada mejor que calzarse los tacos y asegurarse de cruzar Rincón y Misiones...
4 comentarios:
Por supuesto que en "-crudas realidades inexorables cuando uno pasa por momentos en base single en un invierno montevideano." falta un simple guión. Base single. Y absolutamente glamoroso! Por ello (ya no soporto la Paso de los Toros con o sin gas, con o sin azúcar) tantas coincidencias en nuestros blogs! A poco no has leído el Glamoroso Glande! Minerva! (voy a tener que ir a lavarme los dientes, si esto es pomelo, yo soy Robert Mitchum)
Si de dejar el verano se trata, me parece penoso; el sol, el calor, la alegría parece que se nos van...pero el rescate de tener ropa para disimular ciertas partes (o todo) del cuerpo, es un enfoque interesante y una mirada muy positiva a la estación del frío que en lo personal no me gusta nada!
Saluditos glam
@julián: ya corrijo jaja es que escribo en mis tiempos libres que no son muchos! Pasame tu blog o te busco!!!
@colorete: diría un relator muy conocido, es lo que hay valor. Tratemos de ponerle color! jaja
Slds a los dos y gracias por comentar!
"Primero lo primero." Chatrán
Visite The Golden Nuatsi y luego Glamoroso Glande.
Recuerde que este último es una novela culta (opa!) y deberá leer desde el primer post para asediar su conciencia con la presencia soberana del orgasmo literario! Sandalias de atún!
PD: Merluza Fresca es poesía pura!
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