
Hace poco leía el post de una colega que, aunque con un estilo bastante diferente al de quién les habla (o más bien les escribe), trata magistralmente estos problemas tan comunes a nosotras las mujeres los cuales suelen, indefectiblemente, provenir de fallidas interacciones con ellos, los hombres.
El blog se llama "Esto me pasa por puta"; lo deben conocer...y si no lo conocen conózcanlo: no es una sugerencia, es una orden.
Mientras leía las múltiples derivaciones de una noche de sexo y borrachera femenina (que contada en boca de un hombre merecería aplausos y el descorche de una cerveza pero, en palabras de una nena, la historia es otra) no pude menos que pensar que, aunque diverso, la mujer es un bicho muy característico. O sea, estamos llenas de características que, aún en la diversidad, nos denominan comúnmente (o más bien nos traicionan como a mi me gusta pensar). Y la gran conclusión que YO saqué (ojo) del post resaqueado dominguero de esta pendeja brillante es no importa que tan puta, liberada, feminista, reprimida o superada sea la mina, un poco más o un poco menos, la relación fallida pega en el forro de las pelotas que no tenemos (o tal vez de las que nos gustaría dejarles en la garganta de una patada a algunos). Entendamonos, como suelo decirle a mi hermana recientemente divorciada y con hijo de 6: no importa si fue un año o 15, si hay un hijo de por medio o disputás la tenencia de un golden retriever, si tenían una mansión en Carrasco o alquilaban un monoambiente en Ciudad Vieja: las pelotas (esas que no tenemos) se rompen igual y ahí, en ese lugar donde todas somos primero mujeres (y después madres, geishas, ejecutivas o lo que quieras), la verdad es que hasta duele.
El dolor es una cosa muy subjetiva: hay quienes adelgazan 20 kilos en 15 días de la angustia (como supe hacer yo hace muuuchos años en un reino muy lejano, porque ahora no camina por la tierra el hombre que me saque el hambre y lo bien que me vendría), otras que se ponen como ballenas (y encima cuando se deciden a salir camufladas en un carpa de bambula que se compraron en Indian Outlet, se cruzan al ex que por suerte no las reconoce) y algunas que siguen su vida normalmente, masticando muy adentro las ganas de venganza. Hace poco hablaba de eso con una amiga a la cual la vida (o el síndrome gataflorero de los hombres de esta era) quiso poner en la misma situación que tantas veces nos ha tocado vivir.
A veces uno se siente digamos un poquito "falto de"..., no solo de sexo, eso tiene rápida solución (y sino lean el blog que les sugerìa más arriba) sino digamos de aquellas delicias domésticas que uno supo tener cuando estaba en pareja, a saber, la taza del water levantada, botellas de cerveza en la heladera, plan fijo para el fin de semana, sexo asegurado con una frecuencia relativamente decente, y otros tantos etcéteras. Entonces, por azar de Cupido (que en definitiva es un enano deforme con alas) se cruza un candidato muy dispuesto. En dos salidas, y con esa ansiedad no reconocida que una tiene dependiendo de la etapa del mes donde te agarre la cita y el candidato, una empieza a tratar de hacer entrar un cuadrado adentro de un triángulo; hace caso omiso a la lista enorme de peros y transa, o sea, le pone pilas. De últimas...¿que tiene de malo jugar a que te importa?
No importa que el fulano a las 3 citas ya pase al dvd y la cena como plan fijo de sábado a la noche, al fin de cuentas una es casi un Gorostiaga que más de una vez se cortó con el filo de la madrugada. Tampoco es relevante que haya criado una panza a punta de cervezas y no tenga un minuto en su agenda para una hora de gimnasio...el culo se nos va a caer a todos, mejor irse acostumbrando y, de paso, no hay que estresarse mucho a la hora de desbolarse. A quién le interesa que no le guste el cine...siempre está blockbuster y las noches con amigas para saciar el síndrome de abstinencia con un poco de séptimo arte de verdad; una popera no se le niega a nadie y cualquier intelecto desarrollado merece una hora quince de vacaciones con la última comedia romántica en el Moviecenter. Y si, no te moriste cuando lo viste por primera vez (más bien hasta te desilusionaste) pero hay que saber ver más allá de lo evidente como decían los Thundercats...perdón, me fui. Decia que, como mujer hecha y derecha que es, una le pone pilas y le da para adelante. Y todo suele ir relativamente bien...por un tiempo.
El problema se sucita cuando ese mismo señor, con la laaaaarga lista de peros, tiene el descaro de perder el entusiasmo y, no encontrar las pelotas (si es que las tiene) para esbozar siquiera un "No sos vos, soy yo". Por supuesto que la carpeta que una tiene hace que, además de resolverle la situación de modo claro, conciso y relajado, el pibe se gane una amiga en vez de una despechada.
Pero la pregunta del millón es...¿porqué el que no importa termina doliendo igual? ¿ En que momento un "Plan B" se convirtió en una pérdida mínimamente significativa? ¿Cuando le dimos ese poder? Si no nos gustaba taaaaaanto...
Café de por medio (con un par de mojitos hubiéramos elaborado más segurísimo!) llegamos una conclusión tan sencilla como compleja: el "fracaso" con el que no importa, nos lleva derechito y sin escalas al último que importó. Ese que dolió en serio y que no tenía tantos peros (al menos cuando lo elegimos), ese que quedó como el último bastión de "In a relationship" y que, aún, no hemos vuelto a encontrar.
Mientras volvía a casa me quedé más tranquila, es importante tenerlo claro: es un juego, tiene sus reglas y aunque sea peligroso, juguemos a que importa, porque la naturaleza humana funciona por descarte....y el que importe de verdad, no va a ser tan fácil de descartar.
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