martes, 4 de mayo de 2010

LA VENGANZA DEL DIAZEPAN


Hace un par de años una muy buena amiga flipó con todas las de la ley: es decir, la situación combinada de un trabajo que no solo no quería sino que además requería nervios de acero, sumada a una ruptura sentimental, la lejanía geográfica de su familia y la incertidumbre de su futuro en este país la superó lo suficiente como para dejar de lado su férrea aversión a los medicamentos con receta verde y recurrir -finalmente-a un psiquiatra. No es que quién les habla sea ferviente defensora de los químicos ni mucho menos, pero convengamos que en la era del Prozac para muchos la felicidad viene en blisters de 2 miligramos y, si bien el psicoanálisis sigue siendo una muy buena manera de hacer turismo interno, la realidad es que mientras revisamos toda nuestra infancia, culpamos a nuestros padres de casi todos nuestros errores y vamos dejando nuestra silueta marcada en el divan, las probabilidades de salir rápido del problema son escasas. O sea si una tiene digamos 30 y luego de 10 años de consultorio recién va sacando conclusiones de su pre-adolescencia....los dilemas propios de los 30 los resolverá probablemente en una casa de salud. Y eso no es práctico...
Así que después de verla bajar estrepitosamente unos cuantos kilos de forma alarmante y malsana, acompañarla en maratones interminables de Sex and The City y Will and Grace y presenciar como se preparaba para hibernar en el sillón del living con un paquete de Kleenex siempre a mano, amparada en la tan extensible y uruguaya licencia médica, logramos llevar del jopo a mi amiga a su primer encuentro con los psicofármacos.
La susodicha regresó del consultorio con un arsenal de coloridas recetas para casi todo: para no acostarse mal, para no levantarse peor, para no llorar tanto, para no guardarse las lágrimas, para poder comer algo más que nada y, por supuesto, para sobrellevar el peor momento del día: la noche...durante la cual no podía pegar un ojo.
Considerando la combinación y el pánico que la paciente declaraba frente a la posibilidad de experimentar aquel estado que Pink Floyd tan bien describía como "comfortably numb", la psiquiatra -mujer ella-decidió darle un hipnótico para dormir lo cual la "induciría" al sueño.
Por si no lo saben un hipnótico te deja más o menos como a la gallina de Tu Sam, es decir, completamente kaput pero con algún resabio de conciencia...obedecés órdenes, obedecés instintos, podés incluso realizar algunos actos cotidanos como lavarte las manos pero salteándote etapas y poniéndote el jabón sin abrir la canilla...todo esto a minutos de caer desplomada donde te agarre el sueño fulminante para levantarte a la mañana siguiente (idénticamente vestida que a la noche anterior) con el despertador (o incluso antes) sin ningún tipo de resaca o lentitud aparente.
A los psiquiatras les gusta decir que un hipnótico induce al sueño...yo prefiero ser realista y decir que te tumba a la fuerza. Por eso al famoso Dormicum (de ese fármaco se trataba), me gusta llamarlo cariñosamente Dormituc...
Y lo digo con conocimiento de causa porque tuve mi propia experiencia con dicha prescripción, allá por mis 19 añitos cuando estudiaba dos carreras, hacía mis primeras armas en producción televisiva y era capaz de comer, manejar y hablar por teléfono al mismo tiempo lo cual, obviamente, derivó en un serio agravamiento de mis casi congènitos problemas de sueño el cual los médicos decidieron reencauzar con un paquetito del tan "convincente" medicamento. Recordando un sonado evento en el cual, caminando dormida bajo los efectos de la pastillita bajé a hacerme un Tang y terminé prendiendo una hornalla de la cocina, todo bajo los horrorizados ojos de mi madre que llamó urgente al psiquiatra convencida que la nena se drogaba, no pude menos que advertirle a mi amiga: tratá de tomarlo cuando estés acostada y es preferible que estés acompañada...por lo cual me ofrecí a hacer de chaperona, al menos por las primeras noches del experimento.
Todo parecía ir bien, y yo respiraba tranquila viendo como el sueño le ganaba la batalla a la tristeza y las preocupaciones y, poco a poco, iba borrando las ojeras de una cara cada vez más repuesta. Unos días más tarde me relevé de mi puesto de enfermera honoraria... A la mañana siguiente recibo un nervioso llamado de mi amiga que me convoca a su living y frente a la pantalla de su computadora. En su Bandeja de Entrada de Hotmail, en negritas! estaba un RE (o sea una respuesta de alguien a un mail suyo) cuyo subject rezaba NACHO. Para quienes no cuentan con el cv amoroso de mi amiga, NACHO fue su profundo y turbulento amor de la adolescencia que se prolongó hasta los primeros estadíos de la juventud adulta en una serie de idas y venidas propias de una obra de Corín Tellado, con casamiento del susodicho del subject incluido (con otra por supuesto).
-" ¿Y para que le escribiste un mail a Nacho?"-pregunté con cara de asombro...
-"Maca es que no me acuerdo de haberle escrito un mail a Nacho...hace 16 años que no hablo con él ni tampoco sé como me hice de su mail...".
La verdad ahí me entró un poco de miedito y no pude evitar acordarme de la "mamá" de Norman Bates...me corrí un almohadón de distancia...
-"Y qué dice?" le pregunto (y me pregunto).
-"No sé, no me animo a abrirlo, pero evidentemente lo debo haber mandado yo"- replica con cara de circunstancia.
-"Y sí nena, las máquinas no se equivocan, se equivoca la gente y aunque te hubieran hackeado la cuenta, la verdad es que más que un hacker sería un adivino si puede adivinar quién fue tu primer novio...y además ubicarlo! ¿Vos anoche tomaste el remedio?", mis antenitas de vinyl están considerando un episodio similar al incidente Tang...mmmm.
-"Si claro.."respondió con aire responsable.
-" Y bueno, ahí tenés el resultado..." le contesto.
Silencio...y risas en estéreo.
Nos aflojamos y abrimos el mail en el cual una versión muy dopada de mi amiga escribía como si se hubieran visto ayer y le comentaba, como al pasar, que "había pensado en él y queria saber en qué andaba..". La verdad es que, según reportaba el susodicho, la vida del tipo que tantas lágrimas le había robado iba de mal en peor (lo cual era obvio por la celeridad del RE:, o sea, la respuesta), que la "compañera de su vida" que tanto lo entendía allá en los 90s se habia convertido en una bruja de ruleros y palo de amasar en mano, que sus dos hijos eran unos malcriados y que junto con la paciencia también había perdido su trabajo y su estatus de casado, iniciando un inminente divorcio del cual -por supuesto- culpaba a la "bruja" de su mujer.
Bautizamos el incidente como "la venganza del diazepán" porque, aún rota como estaba la pobre de mi amiga, el famoso hipnótico logró darle la fuerza para revolver en su pasado sin necesidad de recostarse demasiado en un diván...todo para ver que a veces a las decisiones equivocadas, solo les resta un tiempo para convertirse en las correctas.
Unas semanas más tarde, la cajita de Dormituc y todo el recetario pasó a mejor vida... y ella a una vida mejor.

1 comentario:

Ana B. Z. dijo...

jajaja Excelente Maca!