miércoles, 19 de mayo de 2010

EL PODER CANINO


El otro día pasando rápidamente por las páginas de una revista poco memorable me encontré con un aviso con el siguiente titular: “Ya no se necesita un labrador en la foto para tener la imagen perfecta‘...Retrocedí desde las páginas del horóscopo para cerciorarme que había leído bien y que tal “pieza“ publicitaria no era fruto de la imaginación de una fémina con las características que tanto hemos descrito en este blog.
Pero no... ahí estaba, la foto de una familia “perfecta“...sin perro y con un montón de impresoras a chorro de oferta rodeándolos.
Más allá de que, por deformación profesional, no pude evitar pensar que hay colegas que se ganan la plata de una manera poco honrada y que, efectivamente, la creatividad está en crisis, me puso a reflexionar sobre el “factor canino“ y ese mito popular que ha convertido a los labradores, por ejemplo, en el elemento imprescindible para completar la postal propia de Wisteria Lane (¿o debería decir Histeria Lane?). Porque, seamos honestos, un cuzco de la calle con 14 razas encima no vende: el abanico se limita al labrador o caniche-jack russel o bulldog francés, dependiendo si el producto es familiar o ideal para jóvenes adultos de segmento ABC1 solteritos o divorciados, sin apuro ni hijos y con un montón de plata para gastar en ellos mismos...y el perro. Y sí, es una verdad universal: sin pedigree, no hay cash...
Lo cierto es que he conocido en persona a sujetos que han recurrido al “mejor amigo del hombre“ como recurso para el levante, solo para descubrir que van a seguir solteros y con una serie de obligaciones que no tenían en mente. Ni que hablar de aquellos que salieron corriendo a la veterinaria para volverse con un gato que los acompañara a comer pizza y mirar la comedia en las frías y solitarias tardenoches de invierno, abrazándolo mientras se les pianta un lagrimón porque pareciera que la novela es una autobiografía. Me resisto a los gatos: para mí son sentencias de soltería y siempre tuve esa pesadilla típica de peli de terror de bajo presupuesto de la señora sola del 5to B que muere y es parcialmente devorada por sus hambrientas mascotas hasta que la descubren como un mes después porque nadie, ni los gatos, la hechan en falta. Por eso prefiero los perros, que son capaces de guiar ciegos bajando casi 40 pisos de una de las torres gemelas en pleno 11 de setiembre...eso es una mascota! Pero el perro como elemento realmente funcional es un bien de raro uso, el tema es más psicólogico y el peso que llevan sobre sus lomos bastante más complejo: he podido constatar que incluso en familias ya constituídas, con casa en barrio privado, regios trabajos, el combo auto para él + camioneta 4x4 para ella y depto en Punta, no falta quién te dice que compró el perrito para “entretener a los niños“ , todo mientras lo baja del pescuezo del sillón del living, le lanza la sarta de improperios que no pudo tirarle al jefe en el trabajo y maldice el día que pasó por enfrente de la veterinaria de la galería comercial del Geant. ¿No era más fácil cuando los padres entretenían a sus hijos y no le dejaban el laburito a un cuadrúpedo? Pero claro, el bicho en cuestión no renunciará, ni exigirá salario vacacional y aguinaldo y ciertamente no le irá muy bien si se presenta en el Ministerio de Trabajo.
Pero volviendo al tema del perro como imán para solteros. Leí recientemente que un estudio realizado por la agencia alemana de búsqueda de parejas por internet ElitePartner, que el perro es “el rompehielo ideal“. El sondeo, realizado a más de 4.500 personas y hecho público online, destaca que el 71% de los encuestados encuentran "especialmente atractivos" a los propietarios de perros de las razas labrador y golden retriever. Por otro lado, los caniches, pinscher enanos, pitbull, rottweiler o bullterrier vendrían a ser lo más bajo en el escalafón del levante perruno. Me dejó azorada...
Luego de mi reciente mudanza que me devolvió a mis “pagos“ originales a una cuadra de la Rambla, dispuesta a poner a prueba la teoría (y darle una mano a una amiga dueña de un perro, un gato y unos horarios de trabajo más imprevisibles que los resultados de la selección uruguaya en el Mundial), retomé mis corridas por la rambla, ocasionalmente acompañada por la perra de mi amiga María. Lola es un Jack Russel (¿se acuerdan el perrito de la película de La Máscara, con Jim Carrey? bueno, ése)...ciertamente no es mi tipo de perro, para mí los perros tienen que ser grandes y brutos, todo lo demás es de señora mayor o multimillonaria norteamericana o europea y yo no encajo en ninguno de los dos casilleros...pero el bicho laburó para ganarse mi cariño y por ello se merece mi respeto y ser mi compañera de footing. Tendrá patas cortas, pero energía le sobra y cada vez que corre me hace acordar a Maradona en el memorable partido contra los ingleses...
La cuestión es que, aún en contra de mis teorías sobre el tema, desde que salgo a correr con la perra, no han faltado los comentarios “accidentales“, las paradas improvisadas para preguntarme una serie de características de la raza las cuales desconozco completamente y hasta las miradas cómplices de algún que otro ejemplar más que potable.
Por supuesto que, si mi relación con la perra fuera utilitaria, la misma no sería de mucha ayuda ya que, como mujer que es, hay que ganársela y ya le ha mostrado los dientes a más de un “interesado“. Además una sale a correr, no a hacer sociales...
Pero tengo que confesar, que el día que le mueva la cola a alguno, tal vez pueda considerar que los perros no son los mejores amigos del hombre, sino el mejor filtro para las mujeres...pero seguiré convencida que, en definitiva, el mérito no es del perro, sino de quién le rasca el lomo.

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