martes, 24 de noviembre de 2009

PISANDO FUERTE


El día era gris, la tarde era gris, la lluvia era gris, los sweaters que se le cruzaban eran grises, las caras eran grises...
Gris, gris, gris. Gris Montevideo, gris el corazón, gris el humor. Caminó pisando todo lo fuerte que se puede en el adoquín barnizado por la insistente lluvia de setiembre, balanceando los tacos, la pollera y el mal humor para que ninguno la hiciera caer al piso. Le tronaba el día en la cabeza...timbre, café derramado, compu que se cuelga, planteo de licencias, horas que no dan, timbre, café frío, 15 mails que descargan a la vez, un moroso incobrable y (encima!) ofendido...again, timbre, teléfono, los dos a la vez...
Le dieron ganas de gritar por encima de Back in Black que sonaba en el Ipod. En lugar de eso redobló el paso rogando por no caerse en la única parte de la ciudad donde uno se cruza con una relativa densidad de hombres potables por metro cuadrado. Genial, ahora preocupada por no dejar caer el glamour, caminaba como un pato mojado con varias copas de más.
La hora del almuerzo se había convertido en El Gran Escape, a cualquier cosa que no fuera gris y lluviosa...a un universo paralelo donde todo fuera mejor, donde el teléfono cantara y no sonara, donde el café humeara y no se derramara, donde las horas sobraran y los mails pidieran permiso para llegar.
Gris era la calle, gris era la esquina, gris era la entrada, solo el nombre de la tienda en el toldo y el cartel de OPEN brillaban.
Entró de sopetón, con la lluvia, el gris y los tobillos destrozados por caminar en la cuerda floja por tantas cuadras..entró y el mundo quedó afuera.
Había colores con nombre de sabores como el rosa chicle o el azul menta, luces doradas que daban calor, sonrisas amables y tés sofisticados, un mundo de talles, detalles y posibilidades: definitivamente había un paraíso donde Manolo, Jimmy y Loboutin vivirían para siempre.
Por eso, cuando salió con las bolsas a encarar el mundo gris que había dejado dos horas antes... solo para ella, brillaba el sol.

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